La exfoliación es vital para el mantenimiento óptimo de la capa más visible de la piel: la capa córnea. Ésta acumula células con queratina que se van desprendiendo a modo de escamas y, si no son eliminadas mediante la exfoliación, estaremos restando la eficacia de los tratamientos de belleza posteriores y empeorando la apariencia de nuestro maquillaje, en caso de que nos maquillemos.
La exfoliación sirve principalmente para arrastrar todas las células muertas de la superficie de la piel, eliminar las impurezas y realizar, así, una limpieza profunda de la dermis.
Al ser una limpieza un tanto “agresiva”, la frecuencia de exfoliación dependerá mucho de nuestro tipo de piel, la tolerancia de la misma y el tipo de concentración del producto.
Normalmente las pieles sensibles y muy finas deben tener más cuidado y realizar las exfoliaciones una vez cada quince días o una vez a la semana. Por el contrario, las pieles grasas pueden exfoliarse incluso tres veces por semana.
Tipos de exfoliantes
Existen varias maneras de regenerar la piel mediante la exfoliación, dependiendo de los componentes y las texturas de los cosméticos encargados de ello. Elegir una fórmula u otra dependerá en gran medida de nuestro tipo de piel y del efecto que queramos conseguir:
- Exfoliantes mecánicos: Son aquellos exfoliantes con partículas de arrastre que se emplean frotando la piel; los llamados scrub (con bolitas). Algunos de ellos pueden irritar más la piel si se realiza la frotación de manera brusca. Por eso es importante elegir productos de calidad realizados a partir de fórmulas delicadas para la piel. Este tipo de exfoliantes ayudan a arrastrar células muertas y eliminar cualquier tipo de impureza que haya sobre la piel para realizar una limpieza profunda de la misma.

- Exfoliantes químicos: Los conocidos como peelings que pueden presentarse en forma de suero, ampollas, tónicos, mascarillas… Algunos de los exfoliantes químicos más conocidos son los AHA (alfahidroxiácidos), BHA (betahidroxiácidos), TCA (ácido tricloroacético) o el fenol. Estos ácidos disuelven los lípidos encargados de mantener unidas las células de la piel, por lo que es recomendable no exponerse al Sol después de usarlos porque la piel, en cierto modo, está “desprotegida” en ese momento. Estos se pueden combinar también con los exfoliantes enzimáticos.

- Exfoliantes enzimáticos: Las enzimas presentes en el cosmético se liberan al ponerse en contacto con la piel y penetran hasta las primeras capas. Una vez allí ayudan a salir a las células que están preparadas para ello. Son un tipo de exfoliante químico que se suele presentar a modo de mascarilla, serum, crema, limpiador… No contienen gránulos y por ello acostumbran a ser más suaves y delicados con la piel, por lo que resultan ideales para las pieles sensibles.
Mascarilla facial: el complemento perfecto para el exfoliante
Cierto es que podemos complementar la exfoliación con una dosis de limpieza más profunda usando mascarillas faciales detoxificantes o regenerantes, capaces de eliminar toxinas e impurezas acumuladas.

No obstante, lo realmente importante después de la exfoliación de la dermis, sea cual sea la fórmula que utilicemos, es la hidratación. Por eso, es fundamental que complementemos la rutina de exfoliación con una buena mascarilla facial o una crema cosmética que nos ayude a restaurar la piel y darle un aporte extra de hidratación.


En resumen, exfoliar la piel es muy importante porque nos ayuda a eliminar las células muertas y permite que los productos cosméticos penetren mejor en la dermis y realicen correctamente su función.
Aprende también cómo construir una buena rutina de belleza para completar así tu ritual de cuidado facial y el poder regenerante de la arcilla para tu piel.